como si algo explotara sin ruido en cada una de ellas. Deslumbrado e
inquieto, el amante examina su experiencia o la de su amada; la
gratitud de ésta, proyectándose erróneamente hacia un donante, crea
la ilusión de que está en comunión con el amante, pero es falso. El
objeto amado no es sino aquel que ha compartido simultáneamente una
experiencia, a la manera de Narciso; y el deseo de estar junto al
objeto amado no responde al anhelo de poseerlo, sino al de que dos
experiencias se comparen mutuamente, como imágenes en espejos
diferentes. Todo ello puede preceder a la primera mirada, al primer
beso o contacto; precede a la ambición, al orgullo y a la envidia;
precede a las primeras declaraciones que marcan el instante de la
crisis, porque a partir de allí el amor degenera en costumbre,
posesión, y regresa a la soledad ¡Cuán característico como
descripción del don mágico, y qué falta de sentido del humor! ¡Y a la
vez tan cierto… tan de Justine!
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